Un publicista estadounidense decía que tener hijos no lo convierte a uno en padre, del mismo modo que tener un piano no lo vuelve pianista. Esto mismo le pasa a Dalas Review, un youtuber metido a “escritor”, para desgracia de la humanidad.
Uno de los pocos puntos positivos de la obra es su idea, que se ve truncada por una avalancha de catastróficas desdichas a lo largo de la trama. Al comienzo, el propio Dalas Review contacta con un informático llamado Uriel que le envía unas hojas (desordenadas y sin numerar) con un manuscrito que, aunque el propio Uriel dice que no quiere publicar, acaban en una editorial (una que publica borradores haciéndolos pasar por libros; esto va por ti, Martínez Roca). Después del prólogo la voz de Uriel se confunde con la de Dalas y no sabes a quién estás leyendo.
Uriel/Dalas es un “súper hacker chachi piruli” (cita textual) del año 2061 que se dedica a robar por internet. Un buen día el gobierno le pilla y decide que trabaje para ellos. Su principal cometido allí es vigilar a sus compañeros (y quejarse de que se lleven el móvil al baño para jugar al Candy Crush). Uno de ellos, Tobías, empieza a hacer cosas raras y el avispado Uriel/Dalas, en un arranque de valentía sin igual propio de un informático sedentario, se embarca en una misión espía muy convincente que le lleva a delatar a su compañero. No contento con ello comienza a investigar qué ha podido pasarle a su antiguo colega de trabajo y descubre que el gobierno está trabajando en un proyecto ultrasecreto sobre viajes en el tiempo.
En cuanto a los personajes tenemos a Uriel/Dalas, un trasunto del propio youtuber, un quiero-y-no-puedo de superhéroe, un ser pueril e infantil, un sabelotodo frustrado y un machista de mucho cuidado. Al principio se nos presenta como una persona que se pasa la vida en el sofá comiendo patatas untadas en kétchup delante del ordenador pero, a medida que avanza el libro, parece más un marine con una formación armamentística (basada en los videojuegos) y de supervivencia que ya quisiera Bear Grills. Su compañera, Rosella, también tiene lo suyo. Ella sí es militar de verdad, y es fría y borde. Los dos, junto con Tobías (que tampoco aparece demasiado), forman el triángulo de las Bermudas del horror de la creación de personajes.Ningún personaje está dibujado, el único que tiene más consistencia es Uriel/Dalas y porque es un retrato del propio autor.
La trama, al principio, parece original con una máquina del tiempo, saltos temporales, paradojas, etc. pero, según van trascurriendo estas idas y venidas espacio-temporales, la precipitación y el querer meter demasiada acción hacen que nada tenga sentido. Nuestra imagen mental es la siguiente: Dalas está en su casa, tiene una serie de ideas (desordenadas) y, sin preocuparse por darles un sentido narrativo, decide plasmarlas en su libro. El resultado: un texto caótico cuya base explicativa es una entelequia. Para más inri, en la contraportada de su libro tiene la poca vergüenza de decir que, aquel que no entienda el libro, carece de inteligencia. Querido Dalas, desde aquí te hacemos llegar un consejo amistoso: cuando alguien no entiende lo que escribes es un problema tuyo, no del lector. De nada.
Podríamos hablar del estilo durante párrafos y párrafos pero baste con señalar un dato cuantitativo. En poco más de 200 páginas hemos contado la friolera de 772 PUNTOS SUSPENSIVOS. De hecho, en uno de sus vídeos explica que, en la corrección de estilo, sugirió a la persona que se lo estaba corrigiendo que se limitara a cambiar los errores gramaticales y ortográficos. ¿Cómo es posible que un escritor novel, que está aprendiendo, limite así a un profesional que tiene más experiencia y que conoce mejor que él la herramienta fundamental del trabajo de ambos? Si nuestro “escritor” hubiera escuchado los consejos de un profesional de la lengua, tendríamos algún adjetivo calificativo diferente a “enorme”, “raro” y “extraño” (que se repiten hasta la náusea y, en muchas ocasiones, dificultan más la lectura), o simplemente si hubiera leído un poco más a lo largo de su vida sabría escribir mejor. De hecho, el propio autor, en una entrevista que se le hizo este mismo verano, afirmó lo siguiente: “Ficción no leo mucho porque cuando lo hago, antes de terminar, pienso que yo podría escribir algo parecido […]”. Sobran los comentarios.
Podríamos seguir desgranando errores hasta el infinito pero creemos que por hoy ya hemos soltado demasiada bilis. Os dejamos también el enlace de un vídeo de Haplo Schaffer en el que hace una lectura crítica, durante tres horas, de las primeras páginas del libro (que tienen tela que cortar).
Desde aquí os animamos a no perder el tiempo leyendo este libro y a buscar otro que pueda aportaros más y mejores cosas.
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